Buscar este blog

viernes, 24 de febrero de 2012

En el salón


En el salón de una casa de pueblo. Por la ventana entra la claridad de un día soleado de primavera. En un sillón, junto a ella, está un hombre de unos cuarenta y cinco años leyendo el periódico.
Su hijo, un chico de quince años, entra en el salón.

HIJO: Hola papá.

PADRE: (Sin levantar la vista del periódico) Hola.

HIJO: (De pie, nervioso, retorciéndose las manos) Quería pedirte algo.

PADRE: (Continúa leyendo el periódico) Qué.

HIJO: ¿Me das permiso para ponerme un piercing en la nariz?

PADRE: (Deja el periódico y mira a su hijo con el ceño fruncido) ¿Cómo?

HIJO: Si, mira, es facilísimo. Sólo, un pinchacito y ya está. Además…

PADRE: (Interrumpiéndole) Pero ¿qué dices? Por supuesto que no te doy permiso.

HIJO: ¿Por qué no?

PADRE: Porque es muy peligroso.

HIJO: No es peligroso. Además, todos mis amigos tienen uno.

PADRE: A mí no me importa lo que hagan tus amigos. A mí me importas tú, que eres mi hijo.

HIJO: (En tono de súplica) Pero papá ¡Por favor!

PADRE: He dicho que no, y basta.

HIJO: (Desafiante) Me lo pondré, quieras o no quieras.

PADRE: Que te crees tú eso.

HIJO: Me gustaría que vinieras conmigo a un sitio donde los ponen. Allí te informan. Es seguro y te ofrecen todas las garantías del mundo. Verás cómo te convencen.

PADRE: (Levantando la voz) Que te he dicho que no, y ya está. Pero ¿cómo tengo que decírtelo? ¿en qué idioma hablo?
                        
HIJO: (Implorando) Por favor, papá. Ven conmigo, por favor, por favor, por favor…

PADRE: Yo no voy a ningún sitio ¿Es que no has oído las complicaciones que te puede traer el ponerte un pincho de esos? ¿Y si se te infecta qué? Mira, mira ¡Que no! Te puedes encontrar lo que no buscas.

HIJO: (Gritando) Si no te vienes conmigo, iré yo solo. Conozco sitios donde no te piden el permiso paterno ¿sabes? A lo mejor no son muy seguros, pero yo me lo pondré. Y si me va mal, tú tendrás la culpa.

PADRE: (En voz muy baja, y mirando a su hijo fijamente y con dureza) Ni se te ocurra.

Durante unos segundos, ambos se sostienen la mirada y ninguno habla.

HIJO: (Con tono normal de voz) Pero papá, si yo saco muy buenas notas. Podrías regalármelo como premio de fin de curso en lugar de otra cosa.

PADRE: Nunca te daré permiso para ponerte un piercing. Que te quede claro.

HIJO: ¿Y cuando tenga dieciocho años, tampoco?

PADRE: No, tampoco.

HIJO: (Volviendo a levantar la voz) Cuando sea mayor de edad, no me lo podrás prohibir.

PADRE: (Con retintín) ¿Perdona? ¿Cómo dices? Mientras vivas en esta casa tendrás que aceptar las normas.

HIJO: Pues me iré.

PADRE. Muy bien. Cuando seas mayor de edad, y en tu casa, podrás hacer lo que quieras, pero mientras tanto…

HIJO: (Gritando de nuevo) A lo mejor no espero hasta entonces y me voy antes (Se dirige hacia la puerta del salón y se gira, mirando a su padre). Te arrepentirás de esto (Sale dando un portazo).

El padre permanece sentado. Mira pensativo la puerta por la que ha salido su hijo. Después, suspira y mueve la cabeza con resignación.

PADRE: (Hablando para sí mismo) Críos ¡Dichosa adolescencia! ¡Qué ganas tengo de que maduren! (Y volvió a desplegar el periódico para seguir leyendo).










jueves, 16 de febrero de 2012

Ternura y tristeza

Se dibuja una sonrisa mellada en su cara mientras sus ojos acuosos parecen pedir disculpas al camarero que le ha traído la cuenta. Pega la nariz a la palma de su mano, le cuesta mucho distinguir las monedas, pero al final lo logra.
Cena siempre solo en este restaurante, al que acude cada noche desde el otro extremo de la ciudad, donde vive con su hija y sus nietos.
Hoy sus arrugas se iluminan porque alguien, en una mesa vecina, ha respondido a su intento cotidiano de iniciar una conversación. Pero eso ocurre tan pocas veces.

jueves, 2 de febrero de 2012

La botella medio llena.

"Joderme" -repite Micky saboreando la palabra. -"Ella me ha dicho que no pararía hasta joderme"- continúa relamiéndose.
"Aunque me lo haya gritado con los ojos encendidos de ira antes de irse dando un portazo. Yo, por si acaso, tendré preparadas mis pastillitas azules para ese día". -Y sonriendo, comenzó a prepararse un café.