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jueves, 19 de enero de 2012

Atrapado en su red

Y no intentes escabullirte, que no te va a servir de nada. Echaré mis redes y caerás. Tú me interrumpiste poniendo un dedo en mis labios, y con una sonrisa burlona, te giraste para ir a la mesa donde estaban tus amigas.
Desde ese día, el asedio fue sistemático, sutil al principio, y ganando intensidad paulatinamente. No paré hasta que tus ojos brillaron como supernovas, tu risa cantó como manantial de montaña y tu cuerpo vibró como cuerdas de guitarra. Entonces marqué una nueva muesca en la culata, como tantas veces, y quise irme. Pero tú me dijiste: Es inútil que intentes escapar.

jueves, 12 de enero de 2012

¿Cobardía o generosidad?

Al diablo no le puedes pedir bondades, ni a mí que te quiera. Con estas palabras terminaba el correo electrónico que Miguel le envió a Pilar. Cerró el ordenador y sacó a su perro a pasear. Esa mañana, el sol brillaba en un cielo sin nubes. Cojeaba al caminar, y a menudo se llevaba la mano a la espalda con un gesto de dolor en la cara. Pararon sobre un puente desde el que se contemplaba un paisaje precioso. Miguel permaneció muy quieto, mientras miraba a lo lejos. Después, inspiró profundamente varias veces.
Solo sobre el puente, el perro aullaba con pena mirando al cielo.


jueves, 5 de enero de 2012

Evidencia

Entonces es martes, seguro, por lógica. Hoy llegas más tarde a casa porque vienes en tren. Oigo cómo abres la puerta y salgo de mi despacho a recibirte. Tienes el pelo desordenado, las mejillas arreboladas y arrastras los pies. Tus ojos brillan, pero al veme se apagan. Efectivamente, como cada martes.

Género conflictivo




La última alma humana no, Pablito. Se dice el último alma humana -Le corrigió Marta, su profesora.
- Entonces ¿por qué en plural se dice las almas? -Replicó, levantándose y sonriendo insolente.
Ella, con la cara roja, no acertó a responder.

Pablito le contó a su padre lo ocurrido en clase. Éste pertenecía al consejo escolar y  promovió que a Marta se le abriera un expediente. Ella fue despedida por incompetencia poco después.

Pablito sonreía y observaba a la nueva profesora; mientras en su casa, y entre clínex, a Marta se le caía el alma a los pies.