¿Puedo quedarme con sus juguetes? le preguntaste a tu madre mientras te sorbías los mocos y enjugabas tus lágrimas con un pañuelo. Claro que sí, cariño, contestó tragando saliva y también con los ojos húmedos. Te abrazó, te besó en la cabeza y salió del dormitorio.
La expresión de tu cara cambió cuando te quedaste solo. En ella se dibujó una sonrisa aviesa y cómplice mientras mirabas la almohada azul que había sobre la cama.